Ilse, mujer drag e intérprete de lengua de signos, reflexiona sobre la construcción de su identidad y sobre la concienciación e inclusión a través del arte
Un gesto dice más que mil palabras. Ilse lo sabe bien: a los diez años se refugió en la lengua de signos y encontró en ella una nueva manera de habitar el mundo. Una década después, esa misma lengua acaricia su identidad drag.
El cuerpo de Ilse es un manifiesto. Su drag transforma y traduce. La familiaridad con la que lo hace deja ver que su piel cicatriza como su idioma materno: habita la corporalidad antes que la oralidad.
Originaria de Murcia y afincada en Madrid, Ilse adapta sus shows para la comunidad sorda. La artista amasa la inclusión como una parte más de su narrativa, fruto de la teatralidad del drag y de la expresividad de la lengua de signos.
Quien no la conozca la recordará una vez vea su rostro y descubra su signo. Hablamos con Ilse sobre su relación con la lengua de signos y su construcción y evolución como mujer drag.
P: ¿Qué te motivó a adentrarte en el drag?
En Murcia, mi amiga Inkina, una tía chulísima, empezó a hacer drag. Yo la ayudaba a montarse, veía cómo hacía sus cosas… Y yo en mi casa me montaba y replicaba su maquillaje.
Cuando llegué a Madrid tenía absolutamente claro que me quería mover por esos ambientes, porque ver un show drag es la cosa que más disfruto en el mundo.
P: ¿Recuerdas qué sentiste la primera vez que te viste en drag?
Me dragueé por primera vez para un trabajo de clase. Y guau, tengo como 300 fotos de ese momento. A mí me dio como muchísimos nervios, ¿no? No sé muy bien qué sentí, pero fue como mucha emoción y energía contenida.
Además, ese maquillaje lo tenía pensadísimo, había hecho dibujos de cómo quería que quedara. Claro, era terrorífico, yo ahora veo esas fotos y digo: «Madre mía, hija», pero es que fue mi primer maquillaje. Siento que mi cara es muy característica y ese fue el primer maquillaje con en el que hice un poco la cara que tengo ahora. Luego he ido cambiando cosas, pero se parecen un montón.

P: ¿Nació ahí Ilse?
Yo creo que nació más tarde. Fue más en el momento en que fui a casa de mi madre drag, Lucy Octopussy, la mejor. Estuvimos hablando y me dijo: «Es que tú eres una travesti. Tú tienes que empezar a montarte y a hacer tus cosas porque no tiene sentido la vergüenza que tienes» y me dio un padding. En cuanto empecé a montarme y a salir de fiesta montada, aunque no tenía nombre ni nada, dije: «Vale, soy drag. Literalmente soy una pedazo de travesti».
P: Después fuiste bautizada como Ilse, el acrónimo de «Intérprete de Lengua de Signos Española».
Cuando empecé tenía claro que quería que todos mis shows fueran adaptados, o por lo menos lo máximo que pudiera. Al final tengo un montón de amigos sordos y muchas veces es como «vamos a ir a un show drag hoy» y no pueden porque no está adaptado y no es lo mismo. Entonces me parecía superimportante que todas mis amigas pudieran ir, entenderlo y sentirlo igual que yo lo sentía. Era algo que yo no podía compartir con ellas.
También me parece muy importante la concienciación. Hice un show en Espacio Movistar e interpreté absolutamente todo lo que hice, porque además había personas sordas. Claro, yo escuchaba a la gente mientras estaba actuando: «¿Qué hace con las manos?» y cada dos por tres paraba para explicar que estaba signando. Además, todos mis shows tienen visuales y, si hay la opción de ponerlo, sí que salgo yo detrás en pantalla signando. Sobre todo porque en mis shows a veces me gusta bailar un poco más y no puedo interpretar tan bien las canciones, así que las tengo detrás subtituladas. Al final es más accesibilidad, no todas las personas sordas saben lengua de signos.

P: ¿Te sientes integrada en la comunidad sorda?
Tengo muchísimos amigos sordos, sobre todo en Murcia. Es verdad que en Madrid no he tenido tanta oportunidad de moverme con tanta comunidad sorda porque con el trabajo no tengo tiempo, pero yo me siento parte de la comunidad sorda. Bueno, no me siento, soy parte de la comunidad sorda.
P: En la comunidad sorda se atribuyen signos personales según rasgos físicos o de personalidad. ¿Por qué surge el tuyo?
Por las pequitas. Vino una amiga mía sorda a verme a un show y yo siempre me pinto las pecas porque soy una pedazo de choni. Me dijo: «¿Tú tienes signo?». Y yo: «Pues todavía no, estaba justo pensando para ver si se me ocurría a mí algo». Y me lo dio y así me quedé.
P: Si pudieras cambiarlo, ¿lo harías?
No, me encanta. Es algo muy físico mío y que se me ve. Siempre me pregunta la gente por las pecas y me parece un signo perfecto. Siempre me las hago, es que no salgo sin ellas.
No me lo cambiaría, a no ser que deje de hacérmelas y al final con el tiempo se me vaya cambiando el signo, que eso a veces pasa. Sobre todo si esa característica tuya de antes ya no está. Vamos, es porque se va extendiendo y la gente te va conociendo por otro signo, pero tampoco es lo correcto. Normalmente el signo que te hayan puesto de pequeño sigues teniéndolo.
P: ¿No preferirías un signo que te identificase por tu personalidad?
No. Me gusta mucho más que los signos sean algo físico, me parece mucho más fácil de ver. Si me hablan de cualquier persona y el signo es algo físico, yo ya lo tengo en la cabeza. Si el signo es de su personalidad y yo no la conozco, no sé cómo es. Me parece muchísimo más complicado el entender quién es, sobre todo cuando no sabes el nombre.

P: ¿Paula —Ilse fuera de drag— tenía signo?
Paula tiene otro, pero claro, Ilse para mí es como otra persona. Paula siempre ha tenido el pelo muy largo y ondulado, entonces es por eso. Me lo dieron de pequeña.
P: ¿Es Ilse un alter ego de Paula o una extensión?
Uf, pues fíjate que esto lo pienso muchísimo. No te sabría decir porque Paula tiene muchísimas cosas de Ilse, pero no te diría que Ilse tiene tantas de Paula. Ilse es como la persona que siempre he querido ser. Todas las características que yo siempre he pensado que me encantaría tener a mí de forma natural las tiene Ilse.
P: ¿Qué características?
Yo en verdad soy una persona superretraída y supervergonzosa, odio hablar en público. Eso cuando estoy en Ilse me encanta. A mí subirme en un escenario cuando estoy en drag es la cosa que más me apasiona del mundo.
O no sé, complejos que yo tenía. Tengo un montón. A mí siempre me han dicho desde pequeñita que hablo mucho y que no me callo. Con Ilse hablo mucho, no me callo y la gente me aplaude. Entonces, como que todo eso lo cojo y digo: «Pues aquí estoy».
O mi boca, mis dientes no me gustan, tengo algunos torcidos. Pues tengo una foto que me hice con la esta de los dentistas que se te ve toda la boca. Y punto. Como Ilse voy a ensalzar todas las cosas que no me gustan de mí y acogerlas como algo positivo. Siento que sí que me ha ayudado mucho como Paula.
P: ¿De qué referentes bebe Ilse?
Yo de pequeña no tenía muchos referentes en general, porque en mi casa no había tele, entonces esa cultura no la he tenido. Viene todo más de cuando llegué a Madrid.
Yo creo que mis mayores referentes son mis amigas. He cogido muchísimas cosas de ellas, que son las que me han ido enseñando. A nivel teatro cojo un montón de cosas de Lucy [Octopussy]. Del maquillaje cogí un montón de cosas de Gaylicia: por ejemplo, adapté mis ojos. Que la gente siempre me dice: «Trixie Mattel». Trixie es una perfecta, pero yo a la primera que vi con ese maquillaje fue Gaylicia. Y me encantó, se lo he dicho mil veces.
También el chonismo, que es lo que yo he vivido en mi barrio toda la vida: las chonis, los raperos de media cuarta de ahí del barrio, que son los mejores. Cosas así obviamente lo tengo mucho y creo que en mi drag se ve un poco.
P: En varias publicaciones de Instagram haces referencia a Almodóvar.
Eso viene de Lucy. Es que es lo que ya te digo. Yo nunca he llegado a ver una peli de Almodóvar, pero cuando la conocí, que ella es superfán y es literalmente una chica almodóvar, me vi todas las pelis y de ahí fui cogiendo un montón de cosas también.
P: En una de ellas citas la icónica frase de Todo sobre mi madre: «Una es más auténtica mientras más se parece a lo que ha soñado de sí misma». ¿Te hace Ilse auténtica?
Cien por cien. Ella es la auténtica, de hecho. Yo lo pienso mucho. Obviamente a Paula le tengo un montón de cariño porque soy yo también, pero es que Ilse me salva todos los días. Aunque no pudiera hacer shows, yo seguiría montándome sola en mi casa. Lo necesito. Es que no me pasa como a otras drags, vamos a salir a una fiesta y digo: «Si es que yo quiero ir montada porque me veo superperfecta».

P: ¿Qué palabras definen mejor a Paula y a Ilse?
Para Ilse me voy a quedar con «auténtica». Y para Paula… es que Paula está ahora aprendiendo tanto que no soy la misma persona que era hace dos años.
P: ¿«Cambio»?
«Cambio», sí, me gusta. Además, en ambas personalidades me gusta aprender y no quedarme estancada en las cosas. Me parece algo importante.
Ser drag no es una carrera que termines. Siempre estás aprendiendo algo, nunca se deja de avanzar. Si sigo en drag, que seguro que sí, en diez años habré cambiado mil millones de cosas de mí. Estoy deseando conocerme más.
P: ¿Sabes quién es Ilse?
Creo que me queda mucho camino, muchas cosas que quiero cambiar y muchas inseguridades dentro del drag. Pero yo creo que voy por un buen camino y por ahora la versión que hay de mí me encanta y me apasiona.
P: ¿Qué inseguridades tienes?
Una cosa que me obsesiona es que yo no puedo ir sin peluca porque «no soy drag». Es una tontería que poco a poco me quiero quitar, pero la tengo ahí cada vez que me veo con el pelo normal. De hecho, el otro día subí un vídeo con mi pelo y digo: «No pasa nada, pero no me veo». O el padding. Me encanta cómo me cambia el cuerpo cuando tengo el padding y el corsé. Verme sin ellos es como que me veo una chica maquillada y ya. No me veo drag. Me falta fantasía.
P: ¿Influye el hecho de ser una mujer drag?
Yo creo que al principio sí que me lo metía en la cabeza. Sí que recibí, sobre todo por redes sociales, comentarios de los cuatro tontos de siempre. Pero el tema redes como que no me lo tomo a personal porque son detrás de una pantalla.
Luego sí que me ha pasado que me dijeran a la cara: «Pues lo tuyo no tiene sentido». Y ahí me di cuenta de que, en verdad, ¿qué más me da lo que me diga un señor que no conozco ni nada?
Yo creo que es más porque siento que el drag me da esa fantasía. Yo siempre he sido una chica muy rara, de normal suelo ir sin cejas. Entonces el poder llevar ese más es más, el que me cambie el cuerpo, una peluca gigante… esa fantasía me encanta. Me veo más drag. Si no voy con miles de piedritas como que se pierde un poco. Me gusta esa estética drag marcada, muy fuerte y como muy muñeca. Muy «falsa», entre comillas.
Yo no me quiero ver como una mujer, yo no soy transformista. Ya soy una mujer de normal, ya me leen así. Yo quiero la fantasía. Además, como que me da más seguridad ir todavía más incómoda. Llevar un padding con el que no puedo moverme, unos tacones enormes y una peluca que me da un calor flipante me da todavía más vidilla.

P: ¿Qué aspiraciones tienes en el drag?
Nunca lo he pensado mucho. Me encantaría montar una fiesta completamente adaptada tanto para personas sordas como para oyentes. Que en un mismo entorno puedan estar todos conviviendo y entendiendo perfectamente el show. Es mi máximo sueño.
Por ahora estoy consiguiendo todo lo que quiero. Por ejemplo, los primeros maquillajes eran terroríficos y ahora me voy viendo cada vez mejor y más guapa. O no sé, el miedo escénico se me está yendo cada vez más. Siento que mis shows son mejores.
Estoy avanzando en eso, pero como que no tengo un punto. Si me obsesionara con llegar a un objetivo, me moriría. Además, yo hice escalada antes y era muy, muy competitiva. Cuando decidí que iba a ser drag tenía claro que ese nivel de competitividad no lo quería, porque al final llega un punto que te destroza. Te obsesionas con algo y te vuelves loco.
P: Vives el drag con pausa.
Sí, es algo que quiero disfrutar al mismo tiempo que lo hago. No deja de ser también parte de un trabajo, porque si yo hago un show siento que debo, mínimo, que esté bien y que me haya esforzado en hacerlo, sobre todo si viene gente a verme. Me parece un mínimo de decencia humana, la gente está pagando ahí por ver algo que esté bien hecho.
Pero no me lo tomo como un «tengo que ser la mejor». Tengo que ser la mejor versión de mí. No tengo que ser la mejor que haya, como me pasaba en la escalada, sobre todo porque eran competiciones y ganaba o perdía. Aquí es que no gano ni pierdo. Siento que cada uno está en su camino y todos los caminos son válidos, no hay que llegar a ninguna meta.
